domingo, 12 de febrero de 2012

El éxito de Apple se apellida Jobs

Cuando el 6 de octubre de 2001 el parqué americano cerraba, las acciones de Apple cayeron en un 1,7 %, devaluándolos  estos a los 372 euros por acción. Un día antes Steve Jobs nos dejaba para siempre, fruto de un cáncer que seguimos a través de las escasas imágenes que nos llegaban de un tipo tan mediático que nunca se dejó ver. El día 5, las redes sociales estallaban: Jobs había fallecido. El linfoma que le carcomía resultó fatal y acababa de nacer una nueva religión de Appleadictos. La gente peregrinó a las tiendas portando velas. Las tiendas permanecieron durante el día con la manzana sin iluminar en memoria de quien supo sacar una empresa adelante con el ingenio y la capacidad destinada solo a los elegidos.

Fue una historia de amor y de odio, que nació en 1976 con el primer ordenador, que tendría su nudo en 1986 cuando fue despedido de su propia empresa para ser después readmitido y que terminaría el 4 de octubre de 2011, en una presentación a la que ya no acudiría Jobs y sería su escudero quien presentaría la última joya de la galería Jobs: el Iphone4S. O eso creíamos. El próximo marzo llegará el IPad3 y las redes ya se han lanzado a la noticia de que es una obra póstuma del exfundador de Apple. Otra más. Con espíritu de viejo rockero solo el tiempo podrá poner en clarividencia cuantos discos nos deja para el recuerdo. Porque Apple es hermetismo hasta tal punto que acudir a sus presentaciones –o verlas online- es un ejercicio similar a la apertura de un cajón sorpresa en el que nunca sabremos el nuevo artilugio de los chicos de Jobs.

Apple se quedaba huérfano, pero su religión se extendía más que nunca: millones de usuarios lo avalan. Y siguiendo. Los mandamientos de esta nueva religión fueros sencillos: no necesitaría manual, ya que los aparatos son tan sencillos que cualquiera puede utilizarlos. El diseño seguiría una línea austera pero moderna, imitando la vestimenta de quien con jersey negro y cuello vuelto, tejanos y deportivas, paraba el mundo de las agencias cuando convocaba a los medios. Un sistema sin errores, casi infalible y una huída de todo lo convencional: ni cargadores universales, ni, por supuesto Windows. Y un mandato supremo: amarás a Jobs sobre todas las cosas.

Steve se marchó al iCloud dejando los sistemas más novedosos de comunicación: agregó un ordenador al teléfono con el iPhone, revolucionó la sobremesa con una pantalla plana que hacía las veces de CPU convencional, le dio vida táctil al Imouse y enseñó que una empresa se puede levantar con el reinvento del mp3. Porque la vida de Apple se deberá al día que apareció en público con un pequeño aparato que revolucionaría mercado y empresa: el Ipod. Ese día Jobs mordió la manzana prohibida, regalándosela para siempre a Apple.


Darío Novo

3 comentarios:

  1. Creo que fundamentalmente el éxito de appel sobre los demás puede ser debido al fácil manejo de sus terminales.si yo me compro algo y es fácil de utilizar,es más posible que lo utilice más que otros aparatos que tengan un funcionamiento más complejo.

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  2. Sin lugar a dudas Steve Jobs ha marcado un antes y un después en la historia de la tecnología. Actualmente el móvil más solicitado en el mercado es el iPhone porque es el teléfono más completo respecto a las aplicaciones. Espero que la muerte de Steve Jobs no haya supuesto un "stop" respecto a la continuidad de Apple, que la empresa Apple siga avanzando y nos siga proporcionando en el futuro nuevos recursos tecnológicos para hacernos la vida más facil.

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  3. A la ausencia de Jobs solo le veo que haya sido una "cosa prevista" de inicio y haya formado suficientemente a algunas personas en concreto para poder dirigir Apple en su ausencia. No obstante, la creatividad de Jobs o de cualquier otra persona en su posición que haya hecho estallar con un boom como la empresa de la manzana se debe a una creatividad e influencias innatas que dudo sea posible mantener. En resumidas cuentas, Apple notará de alguna manera la baja de Jobs. Solo queda saber la dimensión de esa pérdida.

    Darío Novo

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